jueves, 13 de mayo de 2010

LOS DOS MURCIELAGOS Y EL COLIBRÍ.

Hoy voy a contar un cuento, o mejor dicho una fábula, o como vosotros queráis llamarlo, el cual dedicare a la Sra. Carmen Peña, presidenta del Consejo de Farmacéuticos.
El cuento comienza, como comienzan todos los cuentos.
En una tierra, mas cercana que lejana, había un inmenso y verde bosque, cargado de vida, con soberbios árboles, cargado de variopintos insectos, de coloridas aves, un bosque esplendoroso en épocas primaverales, un bosque que se preparaba para el invierno, un invierno que los sabios pronosticaban que no sería un invierno cualquiera, sino el más duro de los inviernos que hasta la fecha se habían vivido.
Ajenos a esta realidad, enclavado en lo más profundo, pero a la vez más protegido del bosque, existía una caverna, la cueva tenia una sola entrada que le comunica con el exterior, y en cuyo interior vivían dos murciélagos, eran dos murciélagos comedores de moscas, y aunque para el más profano o visto desde fuera los murciélagos parecían iguales, no lo eran en absoluto, solo una característica los emparejaba, los dos eran ciegos, pero uno era grande, negro, fuerte, soberbio, orgulloso de si, y de su raza, era descendiente nada menos que de los grandes vampiros, el otro en cambio era pequeño, minúsculo, de nada podía enorgullecerse, su único orgullo era pertenecer a la insigne especie quiróptera, esa especie odiada y temida, pero envidada por los otros habitantes del bosque, pertenecer a los amos y señores de la noche era su orgullo,
El murciélago grande siempre había despreciado al murciélago pequeño, ser inferior, inútil, nunca pude entender como Díos era capaz de consentir la existencia de seres tan minúsculos, para el murciélago pequeño en cambio su única que aspiración era convertirse algún día un murciélago grande, murciélago al que admiraba y despreciaba a la vez, en una dualidad de sentimientos contradictorios; ser igual al otro murciélago era su sueño y su meta.
Los dos murciélagos se alimentaban de moscas, y como no podía ser de otra manera el murciélago grande se atiborraba de ellas, llegando hasta la glotonería, mientras que el pequeño solo comía las necesarias para su subsistencia, que por cierto eran las únicas que le dejaba el compañero de gruta, al él también le hubiera gustado ser un glotón. Moscas que entraban a la gruta por el único agujero que la comunicaba con el exterior, hasta la fecha nunca habían faltado las moscas, es más cada vez entraban más a la gruta, excepto por alguna tormenta primaveral que mermaba su entrada, durante algún tiempo, a ellos los murciélagos nunca les afecto el invierno, eso era para los otros habitantes el bosque, aquellos que no vivían al abrigo de la ruta.
Pero un día la cosa cambio, el cruel invierno llego al bosque, algo noto el pequeño murciélago y le comento al otro. “Algo sucede en la gruta, nunca había sentido el frío y además creo que cada vez entran menos moscas por el agujero” a lo que el grande respondió “eso que notas, el frío es porque tu eres débil, insignificante, creo que tu existencia no tiene sentido, y es una lacra para toda nuestra raza, yo nunca pasaré frío, yo soy fuerte, que entran menos mosca por el agujero, son cosas tuyas, las cosas están bien como están”. Y pensó en un gesto egoísta propio de él. “Total si hace frío y este muere, todas las moscas serán para mí”
Pasaban los días y era un hecho objetivo que cada vez la gruta estaba mas fría y las moscas cada vez eran más escasas. Ante tal situación el ya famélico, casi moribundo pequeño murciélago le inquirió al grande “Creo que la situación es grave y esto no tiene retorno tenemos que tomar medidas, podíamos cerrar el agujero, con lo cual entraría menos frío y a la par abrir otros mas pequeños orientados al sur, que nos aportaría mas calor a la gruta al ser aire mas cálido el sureño y por allende las moscas entrarían y comeríamos los dos”. A lo cual el gran murciélago espito “ya te lo dije en su día las cosas están bien como están, y no se va a cambiar nada.”
A las pocas semanas, el frío en la gruta era insoportable y hacia muchos días que ya no entraba ninguna mosca; el murciélago, orgulloso, descendiente de los grandes vampiros, aparto el cadáver putrefacto de su compañero, y se dirigió, cansando, famélico, moribundo a la entrada de la gruta, y se asomo al exterior de la mismo, viendo como un colibrí que en ese momento pasaba por allí llevaba una mosca, que le serviría de alimento, en su estrecho pico, y entonces el ciego y egoísta murciélago comprendió.
QUE CADA UNO SAQUE SUS CONCLUSIONES.

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