SOBREVIVIR EN EL MEDIO RURAL. Francisco Javier Guerrero García. Farmacéutico Rural.
Periódicamente en los informativos aparecen noticias sobre agricultores y ganaderos quejándose por los precios a los que les pagan sus productos ya que son otros los que obtienen el beneficio, si a esto le añadimos la dureza del medio donde viven y la dificultad en el acceso a determinadas comodidades y servicios que abundan en las ciudades llegamos a la conclusión de que el medio rural es muy duro.
Desde hace 3 años soy farmacéutico rural, más concretamente el farmacéutico titular de la oficina de farmacia (en adelante OF) de El Madroño -el pueblo más pequeño con gran diferencia de la provincia de Sevilla- . Trabajo y vivo diariamente en un pueblo con un censo de 332 personas de las cuales solo habitan unas 200 repartidas además entre un núcleo principal y cuatro aldeas, y con este artículo solo quiero que conozcáis otra forma de trabajar y de desempeñar la profesión.
El Madroño está situado a unos 90 Km de Sevilla capital y por cierto no aparece ni en el mapa de carreteras que acompaña a la guía Deusto que anualmente manda el Colegio de Farmacéuticos, si a esto añadimos que 9 Km antes de llegar al pueblo las comunicaciones son las propias de un pueblo de sierra (curvas hasta hartarte y carretera muy estrecha) para que os hagáis una idea de las complicaciones “logísticas” que sufrimos los que trabajamos aquí, os citaré algunas: transportistas que intentan por todos los medios no venir, dificultades para encontrar una empresa que venga a revisar el extintor, cortes de teléfono (hasta una semana seguida el año pasado) cortes de luz y un sinfín de historias que dificultan el trabajo diario.
Desde que llegué, mi empeño ha sido el de ofrecer a todos mis pacientes los mismos servicios que una OF de capital, por ello lo primero que hice fue informatizar la farmacia, y después comenzar con los escritos al Colegio para poder disponer de receta XXI ya que Ramón (un paciente y vecino) tenía su médico en Huelva y cada mes tenía que desplazarse a la capital para retirar su medicación, y aunque fuera un solo paciente tenía todo el derecho a poder hacerlo en la farmacia de su residencia habitual, tengo que indicar que el Colegio fue muy sensible a mi solicitud y gracias a esto y a mi insistencia dispuse de receta XXI antes incluso que en la capital.
Cada OF tiene sus particularidades en su quehacer cotidiano y lo que más llama la atención de la mía son “los talegos” –sistema “vanguardista e innovador” y por tanto anticipado en tiempo al descrito en la Ley de Farmacia como reparto a domicilio-. Este sistema se ideó hace años para garantizar un servicio a las aldeas del pueblo donde vive población anciana y muchas de las cuales carecen de vehículo para desplazarse al consultorio, básicamente consiste en una talega de tela como las que antiguamente se usaban para comprar el pan; cada aldea tiene una grande y cada familia de esa aldea tiene otra más pequeña. El médico pasa consulta en las aldeas 3 veces en semana y generalmente los lunes recoge todos los talegos que le entreguen, en el interior de cada uno van las copias de recetas de los medicamentos prescritos para tratamientos de larga duración o en su defecto los cartoncitos de las cajas. Cuando vuelve al mediodía, en el consultorio imprime las recetas y las introduce en cada talego, allí me informa de si hay algún cambio en la medicación habitual o si algún medicamento es de urgencia. Por la tarde en la OF voy introduciendo en cada talego la medicación; a pesar de mis previsiones, siempre hay algo que no tengo en la farmacia y lo pido al día siguiente a CECOFAR ya que es el único almacén que me sirve –a los demás no les interesa- mediante dos repartos diarios y Ángel y Ramón (conductor de la mañana y la tarde respectivamente) vienen “quemando caucho” en el sentido estricto de la expresión y parafraseando el título del libro que ha editado la cooperativa recientemente. El día de talegos finaliza el día siguiente cuando ya completos al terminar mi jornada de mañana en la farmacia, subo a mi coche y realizo un recorrido de 27 km para llevar cada talego a su aldea. Esto es lo que más llama la atención a todo el que viene por aquí, pero frecuentemente hay medicamentos que se necesitan de forma urgente y vía telefónica me los piden con lo que me desplazo para llevárselos (unas veces renta económicamente y otras no, pero va en el servicio).
Podría seguir contando más cosas pero la falta de espacio y la imposibilidad de regalar una lupa con la revista para leer el artículo me impide continuar así que no quiero dejar pasar la oportunidad de comentar el tema económico. La parte asistencial está muy bien y se hace de todo corazón, cuando estaba estudiando fundé una Asociación Juvenil con sede en la Facultad de Farmacia y colaboramos durante unos 3 ó 4 años con una ONG de forma totalmente altruista, pero llegó el momento de pasar el testigo a otros ya que no tenía tiempo para estudiar, trabajar y ayudar. Con el tema de las farmacias pasa un poco de lo mismo, uno realiza una labor asistencial pero también necesita ganarse la vida y la tónica que lleva el sector -más acentuada desde hace 3 años con continuas bajadas de precio vía autonómica y estatal- si bien nos afecta a todos, no lo hace por igual y a las farmacias más pequeñas como la mía nos hace cada vez más daño.
Para finalizar este artículo solo quiero dar las gracias al Colegio y al periódico por permitirme contaros parte de mi trabajo y decir que lo que de verdad motiva para levantarte cada mañana es el aprecio y el cariño que uno siente de todos y cada uno de los vecinos, eso es lo que merece la pena, mientras seguiremos intentando sobrevivir.
Publicado en FARMAPRESS. Enero 2008. nº 69 (Revista del R.I.Colegio Oficial de Farmacéuticos de Sevilla)
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