Soy plenamente consciente de los riesgos de iniciar un proceso de reconversión de un sector que no ha necesitado hacer ninguno en los últimos cuarenta años. A los propios de cualquier proceso complejo, se le añade la falta de entreno y predisposición del sector, lo que aún lo hace más peligroso. Sin embargo en estos momentos se unen dos circunstancias que me hacen proponer un análisis valiente sobre la manera de iniciarlo:
- Una perspectiva negativa de crecimiento.
- El riesgo de fractura interna del sector.
Ya escribí en mi primer artículo que no sólo estábamos sufriendo -que ya es mucho- los efectos de una crisis económica coyuntural. Estoy convencido que lo que está sucediendo es el cambio de algunos paradigmas en los que hemos vivido las últimas décadas.
Uno de esos paradigmas que ahora están cambiando es el crecimiento continuado de la factura de medicamentos financiados, que ha sido uno de los soportes que han asentado el modelo durante estos años. Los últimos ajustes económicos ya han provocado decrecimientos de la factura de medicamentos de más del 8% respecto al año anterior y disminuciones significativas de los márgenes de las farmacias, una situación que va a repetirse en el próximo ejercicio, pero lo que realmente va a determinar el escenario futuro es que el criterio dominante entre los gestores sanitarios es su convencimiento de que aún existe margen para disminuir el precio medio por receta y el número de recetas per cápita.
Aunque estas cifras ya sean preocupantes por si solas, no sólo eso es preocupante. No parece tampoco que, de no producirse cambios importantes, la OF vaya a tener grandes oportunidades para conseguir un papel significativo en la dispensación y en el control de las grandes novedades terapéuticas, que van a recaer primordialmente en el ámbito hospitalario.
¿Deberemos pues, confiar nuestras perspectivas de crecimiento en el mercado de los productos de parafarmacia o en el del medicamento no financiado, un mercado por otra parte cada vez más abierto a la participación de operadores ajenos al sector? Una pregunta que debemos hacernos y a la que deberíamos responder con perspectiva global, no van a ser útiles respuestas individuales influidas por las circunstancias específicas de cada uno.
Desde esta perspectiva global, un sector regulado como el nuestro, que queremos que siga siéndolo, necesita respuestas colectivas que lo apuntalen, y como ya se ha escrito sobradamente en multitud de estudios, ésas las encontraremos en la aportación de valor sanitario de la red de farmacias. Si el papel sanitario principal en el que tendremos oportunidad de tener una participación más activa serán la dispensación de medicación crónica, el control del cumplimiento del tratamiento de pacientes crónicos y polimedicados y la participación como agentes sanitarios de primera línea en la vigilancia de patologías de gran prevalencia mediante actuaciones coordinadas con la atención primaria, deberíamos plantearnos seriamente la posibilidad que nuestra retribución se desligue en parte del margen sobre el medicamento dispensado para abrir nuevas posibilidades de desarrollo y crecimiento profesional y económico.
Nunca hasta ahora ha existido riesgo de fractura interna en el sector, pero se empiezan a apreciar algunos síntomas preocupantes, una situación nueva que también requerirá nuevos planteamientos. Aunque es cierto que las farmacias con una economía más modesta están sufriendo con intensidad los efectos de los recortes por dos factores distintos, pero ligados; la disminución continuada de la rentabilidad unida al aumento de carga de trabajo sin retribución que lo compense, no soy partidario de utilizar un discurso exageradamente victimista, ni soy partidario de buscar soluciones basadas en la subvención, pero eso no quiere decir que no esté profundamente preocupado por los desequilibrios entre farmacias que pueden conducir al sector, o a sectores significativos del mismo, a replantear globalmente la conveniencia del modelo sin explorar antes su reforma.
Los efectos económicos de la crisis se van a agravar y van a poner a prueba nuestra capacidad de hacer propuestas, nuestra capacidad de resistencia ya la hemos demostrado sobradamente, pero no deberíamos apostarlo todo a ella, una vez más, porque nunca hemos estado en una situación como la que he intentado describir en estos artículos.
No soy un apocalíptico y tengo el convencimiento de que el farmacéutico realiza una labor sanitaria fundamental que es valorada muy positivamente por los ciudadanos, ése es nuestro principal valor. Me gusta decir que soy un farmacéutico preocupado al que le gusta pasear descalzo por la arena de la playa, esa arena suave compuesta de los restos de las presuntuosas rocas.
Francesc Plà
Texto publicado también en Higia Comunidad y reproducido de nuevo en este blog bajo permiso de su autor.
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