lunes, 1 de marzo de 2010

BUSCARSE LA VIDA

Buscarse la vida, expresión comúnmente usada en el lenguaje coloquial que, según amigos míos, me ha acompañado a lo largo de mi trayectoria personal y profesional.

Una amiga con la que compartí vivienda en Inglaterra durante los tres meses de mi estancia en ese país, se lamentaba cuando me decía “…con lo que tú te mueves…”. No encontraba explicación a que un amigo y compañero hubiese encontrado trabajo de forma casi fortuita y, sin embargo yo, todavía no, a pesar de que todos los días repetía la misma rutina, es decir, salía por las mañanas a recoger los “application form” y por la tarde los rellenaba en casa para, al día siguiente, entregarlos por la mañana y recoger más, y así, día tras día,…

No entendía cómo, tras dos semanas visitando todos los burguer y centros de fast food del pueblo, soportando de forma estoica los rigores invernales del norte de Inglaterra y venciendo a la tentación de quedarme en casa “calentito” aún no había encontrado trabajo. Pero si algo me ha caracterizado siempre ha sido mi tenacidad y constancia, virtudes que han conseguido disimular mi ignorancia y mis defectos en multitud de campos y que me han ayudado a lograr los objetivos que me he fijado.

Aquel objetivo que entonces perseguía, se materializó en forma de trabajo, trabajo con el que esperaba aprender inglés y poder costear mi estancia allí, cleaner es la denominación inglesa del maravilloso empleo que conseguí, y ya que el resto de compañeros eran ingleses, me “colgaron” el apelativo de spanish cleaner, labor que desempeñé en el Riding Shopping Center de Wakefield, población situada al norte de Inglaterra, cerca de la ciudad de Leeds.

El trabajo en el que esperaba aprender inglés, sólo me proporcionó un buen montón de horas de soledad mientras caminaba a través del centro comercial, sin poder intercambiar palabra alguna con otro compañero distinto al carrito en el que transportaba mis utensilios de limpieza mientras buscaba colillas, y restos de comida y bebida que, a pesar de la situación estratégica de las papeleras, acababan descansando en el suelo, esperando a que yo los recogiera.

No era más que una sombra imperceptible a los ojos de los clientes junto a los que pasaba, me deslizaba entre ellos como pez en el agua, eludiéndolos sin que me prestaran la menor atención, desapercibido a pesar de vestir ese mono azul mecánico que constituía mi uniforme de trabajo y el estigma que te identificaba y diferenciaba de la clientela, surgiendo y desapareciendo de forma Guadianesca de las entrañas de estos engendros creados con el único propósito de vender y que, poco a poco, van eliminando cualquier vestigio del recuerdo que la tienda de siempre haya podido dejar en tu cerebro. Hora tras hora, desempeñaba mi trabajo de forma diligente a pesar de lo tedioso del mismo, mientras esperaba al fin del horario comercial para, una vez desalojado, culminar mi jornada laboral con el colofón que suponía la limpieza de los WC públicos, donde encontraba toda clase de excrementos y lindezas que no pasaré a detallar por respeto al lector y por no conocer la hora a la que se “merendará” este artículo.

Pero lejos de considerar mi estancia en Inglaterra como algo desagradable, lo considero una experiencia de la que extraigo conclusiones positivas, como todas las que he vivido en estos 37 años que me contemplan, y que voy esbozando desde hace aproximadamente dos años a modo de artículos. Positivas porque el conjunto de todas han constituido mi aprendizaje, y han generado en mí el convencimiento de que todo es posible si tienes voluntad y eres capaz de adaptarte, eso que mis amigos y mucha gente llaman buscarse la vida.

Al hilo de esta reflexión, siempre he defendido que la capacidad de adaptación incidirá de forma determinante en tu caminar a través de este sendero al que denominamos vida, senda que, a pesar de lo que muchos piensan, no tiene un sentido fijado de antemano y, si tienes la fortuna de disponer de las oportunidades necesarias, tu actitud será la que marque el rumbo a seguir.

La profesión farmacéutica ha marcado su camino desde el principio, ha tenido influencias pero, siempre se ha buscado la vida, quizás el ejemplo más claro de esto fue cuando, a principios del siglo XX, se hizo con el control de la distribución y venta de medicamentos y de los productos necesarios para fabricarlos, hasta entonces en manos de los drogueros, momento que sentó las bases de lo que hoy es la distribución cooperativa y punto de partida en el que se comienza a tejer la red de distribución que denominamos capilaridad y que es la culpable de que un medicamento llegue, con independencia de su precio, a cualquier lugar del país por recóndito que éste sea.

Siempre se ha buscado la vida, pero también se ha dicho siempre, que la necesidad obliga a agudizar el ingenio, y este sector, bajo el amparo de la planificación, y esa dualidad difícil de encajar que sitúa a la oficina de farmacia en un precario equilibrio sobre la delgada línea que separa el aspecto comercial de su sentido sanitario, ha generado una clase, la de los bien situados.


Estos justifican sus elevados ingresos en la errónea creencia de haber desarrollado sus habilidades comerciales en lugar de atribuirlo a la planificación de máximos, los que creen que lo merecen porque su padre, su abuelo ó su bisabuelo fueron los que se buscaron la vida entonces ó porque actualmente a su padre le ha ido muy bien en los negocios y ha decidido regalarle una oficina de farmacia a su hijo, los que creen en definitiva que esta situación puede continuar justificándose sin cambiar nada y que perdurará a través del tiempo, incólume, indemne a decretos, dictámenes motivados y prejudiciales asturianas ó de cualquier otra autonomía.

Quizás sea necesario esperar a que la media de facturación de las oficinas de farmacia baje muy por debajo de los números actuales, quizás entonces, cuando las tripas comiencen a removerse por falta de pan que llevarse a la boca será cuando pongan a trabajar las neuronas, cuando vean que, el nivel de exigencia, cada vez mayor y por ende, con mayor coste, sea inasumible en comparación a los beneficios obtenidos.

Quizás haya que esperar a eso ó quizás no dé tiempo de llegar a ese punto porque, de forma previa, en uno de estos embites europeos ó nacionales, decidan en cualquier alta instancia, que la planificación de máximos no se ajusta al objetivo buscado, máxime “…si tal objetivo no se persigue de una forma coherente y consistente…” -¿les suena un tal Poiares Maduro?-, ó quizás, algún/os pobrecito/s farmacéutico/s de un pequeño pueblo, hartos de ser exhibidos por toda Europa como paradigma del Modelo Mediterráneo decida que ya está bien que unos naden en la abundancia a costa de su sufrimiento y denuncie desde dentro, escándalo que daría al traste con una estructura muy positiva para el paciente pero poco justa ó equitativa en cuanto a los méritos de los que la sostienen.

No espero de los bien situados que sean ellos los que promuevan los cambios necesarios para equilibrar el sistema, tampoco espero que sean ellos los que propongan cambios para hacer más justo el acceso a las oficinas de farmacia para que sean los mejor preparados los que las obtengan ó faciliten que colectivos como el de los adjuntos ó los farmacéuticos rurales tengan más fácil optar a una, pero si espero que a pesar de su opulencia, sean capaces de vislumbrar lo que se viene encima y dejen trabajar y proponer a los que apuestan por una farmacia eminentemente sanitaria en lugar de comercial, una farmacia, en definitiva, que justifique la continuidad del modelo, es una deuda que tienen con la sociedad y los pacientes.

Los que nos hemos buscado la vida desde siempre, tendremos menos problemas para continuar con independencia del marco legislativo que rija a la profesión, ¿no les parece? .

Desde el pueblo más pequeño de Sevilla……………

Francisco Javier Guerrero García


Artículo publicado en la revista ACOFAR. Nº494. Febrero 2010.

Foto extraída del blog http://jguajardotejo.wordpress.com/

2 comentarios:

Alquimia dijo...

Gracias por compartir con todos nosotros tus experiencias,expectativas...
He de reconocer que me he quedado encandilada con tu articulo,era la primera vez que entraba en esta página y mira por donde suscribo todo lo que en él apuntas

Fco. Javier Guerrero dijo...

Muchas gracias ¿Alquimia?, me alegro que te haya gustado y que hayas escrito un comentario, son pocos los que recibo y este casi se me pasa de largo.
Es el tercero de una serie de cuatro para ACOFARMA, el cuarto no tardará mucho en salir (espero).
Bienvenida a este humilde blog, espero que tus visitas se repitan.
Agradecido de nuevo recibe un fuerte abrazo desde el pueblo más pequeño de la provincia de Sevilla....
Javier