Voy a abusar del tópico para afirmar que el cuerpo humano es una máquina perfecta, millones de células agrupadas, formando órganos y estructuras en un orden matemático afectado por innumerables leyes físicas y enlaces de todo tipo, un conjunto en definitiva, en continua transformación y que, sin embargo, conserva una arquitectura que profesionales tan prestigiosos en este sector como Norman Foster ó Calatrava no serían capaces de igualar.
Una arquitectura dotada de “redes” de distribución que garantiza a cualquier célula, con independencia de su ubicación, el aporte de oxígeno y nutrientes durante la totalidad de su ciclo vital.
Pero con independencia de su arquitectura, lo más impresionante, a mi juicio, es su capacidad de autorregulación, propiedad que le permite adaptarse a cada nueva situación. Cuando realizamos ejercicio por ejemplo, el organismo debe liberar glucosa de las reservas con el fin de aportar energía a las células musculares, éstas necesitan también mayor aporte de oxígeno, con lo que la respiración se acelera. Garantizada la energía y el oxígeno, es necesario transportarlos a través de las autopistas que forman las arterias pero a mayor velocidad, con lo que el corazón, como incansable bomba impulsora, recibe la orden de incrementar el ritmo de sus latidos. Cambios adaptativos que, una vez realizados permitirán mantener el esfuerzo hasta concluir el ejercicio y volver al estado original de reposo; la glucosa sobrante se guarda, la respiración se reduce, el corazón late de forma más lenta...
Es sólo un ejemplo de autorregulación, un funcionamiento que roza la perfección pero que, a pesar de todo, tiene sus fallos. Esto ocurre cuando el organismo es atacado por determinados agentes externos se adapta a esta nueva situación activando sus mecanismos normales de defensa y en la mayoría de los casos suele salir airoso, en otras sin embargo, es necesario que le ayudemos desde el exterior para que pueda poner fin a esta situación anómala que trastorna su equilibrio.
La profesión farmacéutica surgió de su separación de la medicina, constituyéndose como ciencia con identidad propia y evolucionando de forma independiente, este distanciamiento fue más marcado en los países bañados por el Mar Mediterráneo, dando lugar a una forma de ejercicio propia y diferenciada de otros países a la que hemos bautizado como Modelo Mediterráneo de Farmacia, modelo de ejercicio que, al igual que la profesión no ha permanecido inmutable al paso del tiempo.
El Modelo se ha ido gestando y modelando siempre bajo la tutela de ese “gran hermano” denominado Estado que, como depositario de la voluntad de los ciudadanos –al menos en los sistemas democráticos-, tiene la obligación de velar por que derechos tan importantes como la salud estén garantizados.
Ejemplo de esta tutela estatal fue la regulación que tuvo lugar en España en 1941 coincidiendo con la creación del Sistema Nacional de Salud y su culminación en el Real Decreto 909/78, instaurando una planificación que limitó el establecimiento en las ciudades con el objetivo de obligar a los profesionales a ejercer en el medio rural.
Surge de esta forma la figura del farmacéutico rural, profesional que ejerce en poblaciones donde, en muchos casos, no existen más servicios que la OF, trabajando en soledad, con escasos ingresos y con privación de los derechos más elementales de cualquier trabajador, inmersos en una espiral, un camino sin retorno que le impide promocionar debido a la imposibilidad de realizar carrera profesional, situación incongruente ya que es él el que garantiza los magníficos ingresos de los bien ubicados. Esta situación surgida de esta planificación y escudada en el “manido” argumento de la capilaridad para impedir nuevas aperturas en zonas urbanas y rentables económicamente, ha generado tensiones en el modelo y una situación de oligopolio que cada día es más difícil de justificar.
Europa ha dado varios avisos de lo que puede llegar a ser el fin del actual modelo farmacéutico tal y como lo conocemos, el primero fue el informe Ecorys que frente a un hipotético escenario de libre establecimiento recogía la necesidad de compensar al profesional que ejerciera en el medio rural para, de esta forma, favorecer el mantenimiento de la capilaridad. El segundo ha sido el abogado general del Estado Miguel Poiares Maduro, lo dice bien claro en el punto 33 de su informe sobre la Prejudicial Asturiana, “…para que se considere que la regulación persigue verdaderamente el objetivo de cobertura universal, es necesario que las autorizaciones para las zonas pobladas se pongan a disposición de quienes ejercieron en zonas menos pobladas…”, transcripción literal que no deja lugar a las tergiversaciones e interpretaciones interesadas que han ido apareciendo.
Por decirlo más claro, no es posible mantener lo que podríamos calificar de oligopolio encubierto justificándolo en el mantenimiento de la capilaridad si no se permite al que la garantiza que pueda promocionar, si lo desea, a zonas más rentables, compensándolos de esta forma por el sacrificio de ejercer en el medio rural y por los bajos rendimientos económicos que le ha reportado.
Aviso a navegantes que espero sea recogido por nuestros dirigentes, el Modelo Mediterráneo es bueno, en lo que respecta al paciente, pero ni de lejos llega al grado de perfección alcanzado por el cuerpo humano, no obstante, comparten aún algo tan importante como la capacidad de autorregulación. Mantener este privilegio dependerá de la inteligencia de nuestros dirigentes a la hora de interpretar las señales, enrocarse en una postura impermeable a los cambios y que desoiga los continuos mensajes de aviso que llegan de fuera –sin contar los que llegan y llegarán desde dentro- ó poner pequeños parches que disimulen los agujeros, “obligará”, más tarde ó más temprano, a una injerencia estatal en el mismo en aras de garantizar un justo equilibrio en el sistema.
Intereses hay y habrá en uno y otro lado, unos por participar del banquete y otros por seguir negándose a compartirlo, si la profesión no actúa y obligamos a que sea la justicia y sobre todo los políticos los que “metan la tijera”, el “roto” puede ser considerable, llegados a esta situación, veremos quién es capaz de recomponerlo.
Desde el pueblo más pequeño de la provincia de Sevilla………
Artículo publicado en el número 492 de la revista ACOFAR. Mes de Diciembre de 2009
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