LAS NUBES
Hoy, como cada mañana desde hace dos semanas ha sonado el despertador a las 07:00, haciendo honor a la verdad no ha llegado a sonar, tenemos una obra justo frente a la casa y los albañiles comienzan a martillearnos los oídos un poco antes de esta hora, con lo que ahora tengo una duda, no sé que es más desagradable, despertarse con ese sonido agudo y repetitivo del despertador mientras intentas acertar con los botones que lo desactivan, ó los martillos golpeando las paredes sin parar a esta hora tan temprana.
El motivo de levantarme a esta hora no es otro que una lucha particular, la he comenzado hace poco y sé que me va a costar, pero no quiero que sea mi falta de voluntad la excusa para no intentar acabar con él. En esta guerra particular cuento como aliado con el horario de verano, ya que los días son más largos y la climatología es más agradable, sobre todo a horas tempranas y al caer la tarde. El enemigo al que me refiero es ese cúmulo de grasa que se fija inmisericordemente a la zona abdominal, ese cúmulo de grasa a quien algunos llaman flotador.
El flotador es un enemigo silencioso, cauto, lento pero implacable, ocupa la zona abdominal del individuo varón obedeciendo al parecer a unos condicionantes genéticos en cuanto a su distribución. Es una sensación totalmente novedosa para mí, nunca he sido un individuo fornido, ni he podido presumir de complexión atlética, pero hasta hace pocos años había mantenido un físico delgado, debido en una parte a mi constitución y en otra a la práctica habitual de deporte. La presión que ejerce sobre mi abdomen la cintura del pantalón es una sensación nueva y molesta –he de reconocerlo-, por esto, y porque creo que mi salud también va en ello, he tomado medidas y salgo todas las mañanas desde hace poco a andar, para después y, en función de la forma física adquirida poder introducir un poco de bicicleta ó si mis rodillas me dejan, intentar correr un poco.
Tras terminar de desperezarme salgo a la calle y comienzo a andar, para evitar las molestias que tuve el año pasado en la rodilla, he decidido estar 3 semanas al menos sin intentar correr, por lo que me dedico a realizar una marcha rápida. El sol ya está fuera y la luz de la mañana es cada vez más incipiente, ayer tarde llovió y el ambiente está bastante húmedo, igual la elección de los pantalones cortos fue equivocada, ya que hace un poco de frío, menos mal que no hay viento, callejeo un poco hasta salir del pueblo y afronto la primera cuesta.
Estos momentos de caminata matinal son muy relajados, el silencio reinante solo es interrumpido por el canto de los pájaros, y con un poco de suerte puedes observar un zorro ó algún conejo que parece salir a tu encuentro pero, una vez se percata de tu presencia desaparece de forma rápida de tu campo visual. La lluvia de ayer, aunque necesaria, no evitará que el año haya sido seco, ha sido poca cantidad y como dicen los lugareños: el agua caída solo sirve para estropear los tomates, aunque la de ayer ha caído sin demasiada fuerza, por lo que no ha causado destrozo alguno. Esta lluvia de ayer ha limpiado el aire y ofrece una visión más nítida de las mismas imágenes diarias, los alcornoques que hace 5 años se quemaron tienen multitud de brotes verdes algunos de los cuales tienen algo más de un metro de longitud (no tienen nada que ver con los tan aludidos brotes verdes de la economía), este verde es más puro, un color de una pureza que sólo puede apreciarse si coinciden estas condiciones ambientales. Al mismo tiempo, la humedad residual ha dado lugar al rocío de la mañana y brilla entre las hojas de los alcornoques, son multitud de pequeños destellos que recuerdan a las luces de los árboles de navidad, es realmente bonito y por ello me alegro de haber vencido a la tentación que intentaba convencerme de que me quedara media hora más en la cama y no saliera a caminar.
Si miro más a lo lejos, observo unas pequeñas nubes rezagadas que no vencieron a la tentación, se resisten a levantarse y continúan amodorradas, acurrucadas entre el terreno ondulado que forma el paisaje de esta zona de la cuenca minera, se quedaron ahí fruto del frío de la noche que las hizo descender a menor altura y se perdieron de sus hermanas junto a las que formaban el frente nuboso. Vuelvo del kilómetro dos y todavía continúan allí, impávidas y ajenas a su destino final, no saben que cuando aumenten las temperaturas se evaporarán y desaparecerán.
Esto último ha sido lo que ha motivado mis pensamientos de la mañana, lo que ha pasado con ellas, ya que una hora más tarde, como era de prever, las nubes ya no estaban. Estos pensamientos de la mañana se han mezclado con el artículo aparecido en EL GLOBAL en el que se afirma que la ilusión por la Vocalía Nacional se ha tornado en pesimismo es lo que me ha hecho reflexionar, reflexionar sobre la profesión, sobre la Plataforma, esta vez en la soledad del caminante, y esto es lo que me ha llevado a escribir este artículo, tan solo para transmitiros ó al menos intentarlo, que mi ánimo sigue indemne.
Hemos dado un gran paso fijando un ideario común, agrupándonos en una Plataforma Nacional y solicitando por escrito el apoyo a todos los presidentes provinciales y, aunque es cierto que hasta ahora tan solo han contestado tres, esto no tiene por qué significar un fracaso, sería importante que todos los presidentes se posicionaran de forma clara y por escrito, pero tampoco es imprescindible y, en cierto modo, era de esperar vista la trayectoria que han seguido hasta ahora, una cosa es hacer uso de la farmacia rural y otra que quieran que nos sentemos con ellos a la misma mesa.
Por eso, porque no quiero que nos pase como a las nubes, que se quedaron atascadas y no había quien las moviera de allí, a pesar de que sabían cuál era su final, quiero transmitiros que hemos logrado mucho, pero que aún nos queda mucho por hacer, por ello, os animo a todos los que hayáis dedicado unos minutos a leer este artículo, a seguir adelante, a no desfallecer, yo al menos haré lo que esté en mi mano para que esto no pase.
Desde el pueblo más pequeño de la provincia de Sevilla….
Un fuerte abrazo a todos.
Javier
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