viernes, 23 de mayo de 2014

Intervención de SEFAR en la presentación del Manifiesto MYLAN

Buenas tardes:

En el día de ayer estuve presente en Málaga para asistir a la presentación del Manifiesto que MYLAN ha realizado en defensa del Modelo de Farmacia y que ha contado con la colaboración de SEFAC y SEFAR en su elaboración.


Por espacio de aproximadamente una hora, Javier Anitua, Dtor. Gral. de Mylan, Jesús C. Gómez, presidente de SEFAC y yo como presidente de SEFAR, realizamos una presentación de este documento consensuado bajo la moderación de Antonio Mingorance, presidente del CACOF.

Aquí os dejo mi intervención del jueves 22 para todo aquel que esté interesado en leerla.

Un abrazo a todos,
Javier




Buenas tardes a todos.

En primer lugar querría agradecer a Mylan su interés por contar nuevamente con la participación de la Sociedad Española de Farmacia Rural (SEFAR). Cada vez que nos han llamado, hemos acudido, y así será si en el futuro se plantean iniciativas tan interesantes como éstas.

Por supuesto, agradecer a Jesús Carlos Gómez y a la propia SEFAC por acogernos en la que por unos días será la casa de los farmacéuticos y donde se ha configurado un programa que gira en torno a diferentes aspectos de interés para nuestra profesión. Quiero felicitaros por el ingente trabajo a nivel organizativo y desearos mis mejores deseos para el desarrollo de este VI Congreso de SEFAC que con total seguridad será un completo éxito.

En relación con el tema que hoy nos ocupa, y tal como se recoge en este Manifiesto, la pirámide poblacional se ha invertido, y la edad media de la población cada vez es más elevada, por lo que esto afectará a la forma en que la sociedad deberá gestionar algo tan preciado como su salud.

La más que previsible dependencia de gran parte de esta población, la polimedicación, la cronificación de enfermedades y la disminución de recursos públicos, sitúa a las políticas sanitarias ante un horizonte nuevo que exigirá modificaciones en cuanto a su abordaje.

Esta situación es evidente, y ante esta situación de escasez de medios, lo coherente, lo rentable, en un momento de estrecheces económicas sería utilizar correctamente los medios de los que la sociedad dispone actualmente, y uno de ellos, es lo que estamos reivindicando hoy aquí, es el de la extensa red de oficinas de farmacia, una red que en estos momentos adquiere aún más valor.  Una red, también hay que decirlo, que tiene a sus profesionales infrautilizados.

Decía Jesús en unas recientes declaraciones: “queremos ayudar a que los pacientes no lleguen a serlo”, yo añadiría, “ó al menos ayudarles a retrasar ese paso en el que la persona sana llega a convertirse en paciente”, y esto se puede hacer desde la oficina de farmacia.

Prevenir la enfermedad, educar al ciudadano para que adquiera los conocimientos y las habilidades necesarias que le ayuden a participar en su salud de forma activa, todo ello constituye un campo abonado para la actividad de las profesiones sanitarias y, como tal,  esta labor, también se puede hacer desde la oficina de farmacia.

Contribuir a un uso racional y adecuado del medicamento, evitando duplicidades, yatrogenias ó usos inadecuados que disminuyan la efectividad de los mismos, se puede y se debe hacer desde la oficina de farmacia.

Y es que, nuevamente, he de coincidir con Jesús en que la labor de la oficina de farmacia no tiene límites, siempre que deseemos traspasarlos y que encontremos en los legisladores la necesaria complicidad.

Porque como ocurre con las políticas de prevención, es un debate arduo y lento, en este caso porque supone una labor que no genera resultados prácticos en el horizonte temporal que marca una legislatura, y en el caso de los servicios en la oficina de farmacia porque existen impedimentos internos y externos a su implantación generalizada.

Porque el problema no siempre se encuentra en el legislador, nosotros mismos deberíamos preguntarnos por qué, en épocas de bonanza, y sin la urgencia que ahora tenemos, ninguno de nuestros dirigentes pensó que era el momento propicio de marcar una evolución profesional, de realizar un giro a nuestras labores y a la forma de retribuirlas para no tener la dependencia que ahora tenemos del PVP del medicamento y para adquirir mayores competencias.

Ahora, con la crisis, los impagos y las bajadas de facturación pisándonos los talones, hemos de afrontar este reto de forma urgente porque ahora:

Cambiar no es una opción, es una necesidad, y para ello hemos de creer en nuestras posibilidades como profesionales, y sobre todo en la fuerza que nos da el formar parte de una red ampliamente distribuida que garantiza que el 99% de la población tenga un establecimiento sanitario cerca de casa, en algunas poblaciones, el único centro sanitario de atención permanente de la localidad con un profesional al frente del mismo.

Aún así, me preocupa que este cambio no cuente con una participación y deliberación de todo el colectivo por el sesgo que esto puede suponer a nuestros representantes a la hora de elegir qué camino tomar.

Y me preocupa porque, antes de tomar una decisión, hay que ser conscientes de que el conjunto de oficinas de farmacia no constituye un sector homogéneo, y que aunque las líneas maestras que afecten al colectivo han de serlo, la puesta en marcha de las mismas ha de contemplar las diferencias existentes entre los establecimientos para así poder configurar un proyecto integrador que no excluya a nadie, ó al menos, lo intente. De lo contrario añadiremos aún más tensiones que las que ya tiene el propio Modelo.

Cuando desde MYLAN nos propusieron participar en una iniciativa como ésta, que reivindica la figura del farmacéutico de oficina de farmacia, y que se posiciona claramente en defensa del Modelo asistencial farmacéutico vigente en España, desde la farmacia rural, desde SEFAR, no dudamos en ningún momento apoyarlo.

Y no lo dudamos porque, sin desmerecer al resto, creo que es de justicia destacar la importancia vital que en este sentido tiene la labor ímproba de las compañeras y compañeros que ejercen en el medio rural, donde a su trabajo habitual se une el esfuerzo y la lucha diaria contra todas las adversidades que supone hacerlo en un entorno como éste, claramente desfavorecido en aspectos como:

  El económico: Por un sistema retributivo que no contempla sus particularidades y que estrangula sus escasas posibilidades de viabilidad económica
El aislamiento: Que nos lastra enormemente desde un punto de vista profesional al dificultarnos el acceso a formación ó el propio contacto con otros compañeros
  La incapacidad de conciliar vida laboral y familiar: Al desarrollar, en muchos casos, y de forma gratuita, turnos de guardia de 24 horas, 182 ó 365 días al año

La suma de estos aspectos que he citado a modo de ejemplos, y de otros que podría citar, hace que hablar de futuro para estos farmacéuticos se convierta en una especie de utopía cuando tu principal preocupación es intentar llegar a final de mes tras pagar todas las facturas, rezando en algunas CCAA para que la Administración no deje de pagarte.

Estamos en Andalucía, la comunidad autónoma de la que soy ciudadano desde mi nacimiento, y me apena enormemente decir que siento vergüenza del comportamiento de la consejería de salud de mi CCAA, y de cómo está desatendiendo la prestación de este servicio en el medio rural, donde su labor va mucho más allá de su carácter sanitario.

La consejería de salud andaluza ha defendido en numerosas ocasiones este servicio privado de interés público, llegando incluso a prometerle de forma pública un desarrollo normativo que garantizara su continuidad en condiciones óptimas de prestación, como complemento a la medida que hace dos años y medio publicó un Gobierno del mismo signo político que éste.

A día de hoy, dos años y medio después, ni han dado cumplimiento al imperativo legal recogido en el RDL 09/2011, ni por supuesto hemos tenido nuevas noticias sobre aquellas promesas hechas a la farmacia rural, mostrando lamentablemente, una vez más, el valor que posee la palabra del político y el por qué de la nefasta imagen que los ciudadanos tienen de los mismos.

Debemos seguir defendiendo este modelo, pero me preocupa que con la mejor voluntad, continuemos haciéndolo escondiendo bajo las alfombras sus debilidades, u ofreciendo soluciones para la mayoría olvidándonos del resto, ya que ésta, en mi modesta opinión, no es la forma correcta de hacerlo.

En definitiva, aunque en esta mesa vengo aquí como presidente de la Sociedad Española de Farmacia Rural (SEFAR), no soy más que un farmacéutico rural de un pequeño pueblo, y como tal, comprenderán que comparta con otros muchos compañeros muchas de las preocupaciones que les acabo de relatar.

Les pido me disculpen por haber aprovechado este acto para reclamar, una vez más, y de forma urgente, la toma de decisiones prácticas, reales y efectivas, que garanticen esta viabilidad económica y profesional de todas las farmacias, y en especial, de las que resultan esenciales, estratégicas, para esta accesibilidad que podríamos tildar de universal, las ubicadas en el entorno rural.

Es importante para nosotros, los farmacéuticos rurales, pero también lo es para el conjunto de la profesión, como la mejor garantía de viabilidad de la universalidad del modelo. Así me gustaría que Vds. lo hubiesen comprendido.

No lo duden, la farmacia rural, la SEFAR, como ha hecho hasta ahora siempre que se le ha solicitado, estará ahí, para ayudar en la medida de sus posibilidades.

Muchas gracias a todos