En el día de ayer estuve presente en Málaga para asistir a la presentación del Manifiesto que MYLAN ha realizado en defensa del Modelo de Farmacia y que ha contado con la colaboración de SEFAC y SEFAR en su elaboración.
Por espacio de aproximadamente una hora, Javier Anitua, Dtor. Gral. de Mylan, Jesús C. Gómez, presidente de SEFAC y yo como presidente de SEFAR, realizamos una presentación de este documento consensuado bajo la moderación de Antonio Mingorance, presidente del CACOF.
Aquí os dejo mi intervención del jueves 22 para todo aquel que esté interesado en leerla.
Un abrazo a todos,
Javier
Buenas tardes a todos.
En primer lugar querría agradecer a Mylan su interés
por contar nuevamente con la participación de la Sociedad Española de Farmacia
Rural (SEFAR). Cada vez que nos han llamado, hemos acudido, y así será si en el
futuro se plantean iniciativas tan interesantes como éstas.
Por supuesto, agradecer a Jesús Carlos Gómez y a la
propia SEFAC por acogernos en la que por unos días será la casa de los
farmacéuticos y donde se ha configurado un programa que gira en torno a
diferentes aspectos de interés para nuestra profesión. Quiero felicitaros por el ingente trabajo a
nivel organizativo y desearos mis mejores deseos para el desarrollo de
este VI Congreso de SEFAC que con total seguridad será un completo éxito.
En relación con el tema que hoy nos ocupa, y tal como se
recoge en este Manifiesto, la pirámide poblacional se ha invertido, y la edad
media de la población cada vez es más elevada, por lo que esto afectará a la forma en
que la sociedad deberá gestionar algo tan preciado como su salud.
La más que previsible dependencia de gran parte de esta
población, la polimedicación, la cronificación de enfermedades y la disminución
de recursos públicos, sitúa a las políticas sanitarias ante un horizonte nuevo
que exigirá modificaciones en cuanto a su abordaje.
Esta situación es evidente, y ante esta situación de escasez
de medios, lo coherente, lo rentable, en un momento de estrecheces económicas sería
utilizar correctamente
los medios de los que la sociedad dispone actualmente, y uno de ellos, es lo que estamos reivindicando hoy
aquí, es el de la
extensa red de oficinas de farmacia, una red que en estos momentos adquiere aún más valor. Una red, también hay que decirlo, que tiene a
sus profesionales
infrautilizados.
Decía Jesús en unas recientes declaraciones: “queremos ayudar
a que los pacientes no lleguen a serlo”, yo añadiría, “ó al menos ayudarles a
retrasar ese paso en el que la persona sana llega a convertirse en paciente”,
y esto se puede hacer desde la oficina de farmacia.
Prevenir la enfermedad, educar al ciudadano para que adquiera
los conocimientos y las habilidades necesarias que le ayuden a participar en su
salud de forma activa, todo ello constituye un campo abonado para la actividad
de las profesiones sanitarias y, como tal, esta labor, también se puede hacer desde la oficina de farmacia.
Contribuir a un uso racional y adecuado del medicamento,
evitando duplicidades, yatrogenias ó usos inadecuados que disminuyan la efectividad
de los mismos, se puede y
se debe hacer desde la
oficina de farmacia.
Y es que, nuevamente, he de coincidir con Jesús en que
la labor de la oficina de
farmacia no tiene límites, siempre que deseemos traspasarlos y que encontremos en los legisladores
la necesaria complicidad.
Porque como ocurre con las políticas de prevención, es un
debate arduo y lento, en este caso porque supone una labor que no genera
resultados prácticos en el horizonte temporal que marca una legislatura, y en
el caso de los servicios en la oficina de farmacia porque existen impedimentos
internos y externos a su implantación generalizada.
Porque el problema no siempre se encuentra en el legislador,
nosotros mismos deberíamos preguntarnos por qué, en épocas de bonanza, y sin la
urgencia que ahora tenemos, ninguno de nuestros dirigentes pensó que era el
momento propicio de marcar una evolución profesional, de realizar un giro a nuestras labores y
a la forma de retribuirlas para no tener la dependencia que ahora tenemos del PVP del medicamento y
para adquirir mayores competencias.
Ahora, con la crisis, los impagos y las bajadas de
facturación pisándonos los talones, hemos de afrontar este reto de forma urgente porque ahora:
Cambiar no es una opción, es una necesidad, y para ello hemos de creer en
nuestras posibilidades como profesionales, y sobre todo en la fuerza que nos da el formar parte
de una red ampliamente distribuida que garantiza que el 99% de la población tenga un
establecimiento sanitario cerca de casa, en algunas poblaciones, el único
centro sanitario de atención permanente de la localidad con un profesional al
frente del mismo.
Aún así, me preocupa que este cambio no cuente con una participación y
deliberación de todo el colectivo por el sesgo que esto puede suponer a nuestros representantes
a la hora de elegir qué camino tomar.
Y me preocupa porque, antes de tomar una decisión, hay que
ser conscientes de que el
conjunto de oficinas de farmacia no constituye un sector homogéneo, y que aunque las líneas maestras que
afecten al colectivo han de serlo, la puesta en marcha de las mismas ha de
contemplar las diferencias existentes entre los establecimientos para así poder
configurar un proyecto
integrador que no excluya
a nadie, ó al menos, lo intente. De lo contrario añadiremos aún más tensiones que las que ya tiene el
propio Modelo.
Cuando desde MYLAN nos propusieron participar en una
iniciativa como ésta, que reivindica la figura del farmacéutico de oficina de
farmacia, y que se posiciona claramente en defensa del Modelo asistencial
farmacéutico vigente en España, desde la farmacia rural, desde SEFAR, no dudamos en ningún
momento apoyarlo.
Y no lo dudamos porque, sin desmerecer al resto, creo que es
de justicia destacar la
importancia vital que en este sentido tiene la labor ímproba de las compañeras
y compañeros que ejercen en el medio rural, donde a su trabajo habitual se une el esfuerzo y la lucha
diaria contra todas las adversidades que supone hacerlo en un entorno como
éste, claramente desfavorecido en aspectos como:
○ El económico: Por un sistema retributivo que no
contempla sus particularidades y que estrangula sus escasas posibilidades de
viabilidad económica
○ El aislamiento: Que nos lastra enormemente desde un
punto de vista profesional al dificultarnos el acceso a formación ó el propio
contacto con otros compañeros
○ La incapacidad de conciliar vida
laboral y familiar: Al
desarrollar, en muchos casos, y de forma gratuita, turnos de guardia de 24
horas, 182 ó 365 días al año
La suma de estos aspectos que he citado a modo de ejemplos, y
de otros que podría citar, hace que hablar de futuro para estos farmacéuticos se convierta en una
especie de utopía cuando
tu principal preocupación es intentar llegar a final de mes tras pagar todas
las facturas, rezando en algunas CCAA para que la Administración no deje de
pagarte.
Estamos en Andalucía, la comunidad autónoma de la que soy
ciudadano desde mi nacimiento, y me apena enormemente decir que siento vergüenza del comportamiento
de la consejería de salud de mi CCAA, y de cómo está desatendiendo la prestación de este servicio
en el medio rural, donde su labor va mucho más allá de su carácter sanitario.
La consejería de salud andaluza ha defendido en numerosas
ocasiones este servicio privado de interés público, llegando incluso a
prometerle de forma pública un desarrollo normativo que garantizara su
continuidad en condiciones óptimas de prestación, como complemento a la medida que
hace dos años y medio publicó un Gobierno del mismo signo político que éste.
A día de hoy, dos años y medio después, ni han dado cumplimiento
al imperativo legal recogido en el RDL 09/2011, ni por supuesto hemos tenido
nuevas noticias sobre aquellas promesas hechas a la farmacia rural, mostrando lamentablemente,
una vez más, el valor que posee la palabra del político y el por qué de la nefasta
imagen que los ciudadanos tienen de los mismos.
Debemos seguir defendiendo este modelo, pero me preocupa que con
la mejor voluntad, continuemos haciéndolo escondiendo bajo las alfombras sus
debilidades, u ofreciendo soluciones para la mayoría olvidándonos del resto, ya
que ésta, en mi modesta opinión, no es la forma correcta de hacerlo.
En definitiva, aunque en esta mesa vengo aquí como presidente
de la Sociedad Española de Farmacia Rural (SEFAR), no soy más que un
farmacéutico rural de un pequeño pueblo, y como tal, comprenderán que comparta
con otros muchos compañeros muchas de las preocupaciones que les acabo de
relatar.
Les pido me disculpen por haber aprovechado este acto para
reclamar, una vez más, y de
forma urgente, la toma de decisiones prácticas, reales y efectivas, que
garanticen esta viabilidad económica y profesional de todas las farmacias, y en
especial, de las que resultan esenciales, estratégicas, para esta accesibilidad
que podríamos tildar de universal, las ubicadas en el entorno rural.
Es importante para nosotros, los farmacéuticos rurales, pero
también lo es para el conjunto de la profesión, como la mejor garantía de viabilidad de la universalidad del
modelo. Así me gustaría que Vds. lo hubiesen comprendido.
No lo duden, la farmacia rural, la SEFAR, como ha hecho hasta
ahora siempre que se le ha solicitado, estará ahí, para ayudar en la medida de
sus posibilidades.
Muchas gracias a todos